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El PP en ruinas


Un cadáver sin enterrar. Lástima. Y en claro proceso de descomposición. El PP es propagador de enfermedades. Hoy. La guerra contra Ayuso desde Génova es el entretenimiento que tienen dos hombrecillos sin nada que hacer.

¿Creer a Ayuso? Las pruebas demostrarán si tiene razón. Después de que Ella hablara se oye el rechinar de dientes de Casado y Egea. De Egea (mandón) y Casado el obediente.

¿Creer al presidente del PP? Hoy tiene todas las de perder. La calle no lo quiere y no le cree. Los barones, sus barones, están más que hartos de un culebrón que conduce a la organización al final más abrupto experimentado por un partido en estos más de cuarenta años de democracia. Lo de Ciudadanos es un jacuzzi comparado con lo que acontece en el PP. Lo de Unidad Podemos un baño con leche de burra.

La UCD se desintegró con menos virulencia.

Lo del PP es la puesta en marcha de una noche de los cristales rotos.

La orden está dada. Rodarán cabezas. Se destriparán los cuerpos en directo. No habrá tiro de gracia. La condena del telediario y la exposición de los fiambres para que se pudran los cuerpos bajo el sol.

Se ganan unas elecciones pidiendo perdón por ganarlas y el hambre de victoria hace que se arremeta contra la propia familia. Comer la carne con la misma sangre. Antropofagia pepera para poner la guinda de un pastel lleno de mierda, inmoralidad, desinterés nacional y una ambición de poder capaz de manchar calzoncillos, bragas. El alma.

Si Ayuso ha cometido una ilegalidad (que ella niega con rotundidad y con el lenguaje más preciso y directo posible), esta misma tarde debería acabar su vida política. El resto de su existencia se limitaría a desear vivir en el zulo de Ortega Lara. Si es culpable no hay para ella un lugar tranquilo en esta España desvertebrada y ya con ganas de romper cabezas.

Pero en este instante me inclino por su inocencia.

Creo con firmeza que hay una persecución orquestada desde la dirección del PP. Casado no quiere más Ayuso. Le hace sombra. Ayuso convierte al presidente del PP en una piltrafa política. Un microorganismo sin rumbo que solo sabe odiar y desea terminar con el latir del corazón político de una mujer más inteligente, más libre y más querida. Una mujer que gestiona la región más importante de España, mientras él va de pasillo en pasillo cazando moscas y con Egea susurrando infectos consejos como Gríma lengua de serpiente al buen rey Théoden.

Un PP que de seguir vivo es ya un miserable personaje en manos de los formidables novelistas rusos, Goncharov, Turguéniev, Dostoievski, Tolstói, Bulgákov.

El hedor es el hálito de la muerte que para desgracia de la democracia en España ha entrado en la casa del PP.

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