Alguien por ahí escribe que nos esperan las 196 portadas que
El País dedicó a los trajes de Francisco Camps. Se queda corto. Portadas seguro
que sí, pero también retornarán los escraches. Lo que haga falta para tirar
abajo Génova 13. Y no serán los impulsores de las informaciones maledicentes
los culpables, o por lo menos no serán los únicos culpables. Los verdaderos
creadores del horro serán los fiambres del PP abandonados para servir de
alimento a las alimañas. Ellos pasarán a la historia como los que torpemente iniciaron
la subida al cadalso.
El temido sorpasso que los peperos sufrían en sus peores
pesadillas es ya una realidad. Varias encuestas confirman que VOX, sin pegar un
tiro, se ha hecho con el control del pueblo. El nuevo sheriff ya está en
posesión del cargo de jefe de la oposición. Moralmente, por lo menos.
Los niños que joden todo el santo día con sus gritos, con
sus juegos de mafiosos, uno de ellos creyéndose Robert De Niro y el otro James
Woods en “Érase una vez en América”, tontísimos para sacarla a mear y crueles
hasta la barbarie cuando hay que ejecutar un plan aniquilador.
Si el próximo domingo se celebraran elecciones generales en
la todavía España, Sánchez cantaría victoria e invitaría a Casado a saludar al
populacho desde Ferraz. A su lado. Juntitos los dos.
Ya todo irá a peor. En el PP, claro. Dará lo mismo poner a
uno que a otro. Si baja Feijóo, que no espere el gallego el revolcón en las
encuestas. Le esperan 40 años de Éxodo. Si sube Bonilla que sepa el moderado que
sin Andalucía, de nuevo en manos del psoe, nadie puede hacer del PP un partido
de gobierno cuando nunca se olvida que en Cataluña y el País Vasco es un
partido zombificado. No es tanto el mal, que existe y ladra como ladran los
perros rabiosos de los cuentos de Lovecraft, es el nivel de estulticia en la
cabeza de dos mochuelos que en algún momento se creyeron águilas imperiales.
El centro derecha en España está herido de muerte. Muchos
son los que dependen del latido del corazón del PP.
Tengo en la cabeza a tantos que suspiran y mal viven durante
estas horas donde se suda sangre como el nazareno en Getsemaní.
No quiero toparme con sus caras. Mucho menos quiero saber lo
que dicen. Alejarme del hedor a cobardía y servidumbre es lo que toca Pero en
realidad no dicen nada. Cacarean, rebuznan, usan el extraño lenguaje
endemoniado que varios personajes hacían suyo en el cuento “El horror de
Dunwich”.
Son los niños de Hitler en las últimas horas antes de la
caída de Berlín. ¡Pobres diablos capaces de todo por unas siglas políticas!
En El Debate, ayer, un meapilas escribía que se negaba a perder
el tiempo narrando lo que pasa en el PP. Según él, siempre será mucho más grave
lo que está haciendo Pedro Sánchez desde la Moncloa. ¿Será imbécil? ¡Pues sí,
lo es! Un imbécil como otros muchos que nos señalan y nos increpan. ¡Estáis
haciendo el trabajo sucio al psoe! Ni hablar, meapilas.
Lo que hacemos es defender el Estado de derecho y preparar
la tierra para que el centro derecha no desaparezca de la democracia española.
Ni ese pajillero mental ni tantos otros que prefieren el
silencio monacal podrán acallar y mucho menos enterrar en cal viva el pudridero
que hoy es el PP.
Nosotros no somos los enemigos. Los enemigos del centro
derecha son los ya mencionados Noodles y Max. Uno con barba y el otro con cara
de aceituna.
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