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El parlamentarismo y la democracia se nos mueren

 

Una señora a la que saludo todos los días mientras pasea con su perrita ha tenido hoy las ganas de cháchara y me ha pedido (quién soy yo) que le explique lo que está pasando con la política en España y de qué va eso de la reforma laboral. Francamente me asusté. Ni yo sé lo que está pasando, respondí. “Creo que todos estamos en la misma situación. Pero me parece que nos toman el pelo. ¿Usted qué cree?” Y yo respondí que sí. Que por supuesto. Que lo de la tomadura de pelo a izquierda y derecha es un hecho. Y que la cosa no va a disminuir, sino que la fiesta de ellos aumentará en decibelios y acabaremos todos medio sonados.

Entonces me dio por creer que estaba sentado ante un micrófono en una cochambrosa radio o televisión, o que escribía en un periódico de papel o digital de tres al cuarto y le solté que a vueltas con todo lo ocurrido en el Congreso la pasada semana, un tal Juan Claudio de Ramón escribe hoy lo siguiente, y como tenía el texto a mano tuve el descaro de leer lo que había escrito el aquí citado: “Pero la democracia no consiste en juntar un único día una mayoría para investir a alguien y hacer de su investidura continuada el fin último de la política. Si esto ocurre, es que el único proyecto es el poder por el poder. Algo que convendría, al menos, disimular.”

La señora asintió, como hice yo también al leer a Juan Claudio de Ramón. “A ver cómo termina todo. Y luego a votar. Y a mí me duelen las piernas y ya prefiero quedarme en casa. Además, que ese chico del PP a mí no me gusta. Pero tampoco me cae bien el que manda ahora, el Tezanos ese. Bueno, que sea lo que Dios quiera.”

Y nos despedimos. Ella con su perrita y yo con mis diarios digitales por lo que pago para no saber luego nada de nada.  

(Y lo de Tezanos aseguro que salió de su boca y lo di por bueno, sin más. Tótem.)

Pero Claudio de Ramón con anterioridad a lo leído, deja caer lo siguiente en El Mundo: “La calamitosa sesión legislativa del jueves tuvo una sola bondad: la de hacer patente todo lo que está roto en la democracia parlamentaria española. Imposible encontrar una hoja de parra del tamaño apropiado para cubrir nuestras vergüenzas.”

La anomalía genital del parlamentarismo español es tan grande que haría falta todo el armario de las conejitas de Playboy para tapar el horror.

O como recuerda Julio Valdeón, también en El Mundo: “La democracia parlamentaria va camino de romperse, pero no de tanto usarla sino precisamente por desuso.”

Pasamos del totalitarismo a enamorarnos de la democracia. Y nos embelesamos con las intervenciones de los sesudos parlamentarios. Eruditos. En Fraga cabía todo el Estado, espetó en una ocasión Felipe González. Y tenía razón el hombre que instauró el primer régimen (el felipismo como tal) bajo la democracia ya por entonces constipada.

Para tener una aproximación siquiera tenue de lo que fue el régimen felipista, lean, si quieren, si pueden, si saben leer algo que vaya más allá de la mierda de las que se publican en redes sociales, el libro “Palabra de director” de Pedro J. Ramírez.

Hoy todo huele a podrido, pero no en Dinamarca. Huele a podrido en el Congreso de los Diputados.

Menos un rasgo de parlamentarismo, hay de todo. Y todo es malo para la democracia liberal.

No quiero que unas líneas del Antonio Caño, ex director de El País (verdadero) queden en el olvido. Las líneas la pueden encontrar en The Objective.

Caño apunta: “Una democracia está en problemas cuando las instituciones que la gobiernan se muestran inoperantes y la convocatoria de elecciones para renovarlas no se presenta como una solución. Me temo que esta es la situación en la que nos encontramos en España. La semana que termina nos deja dos ejemplos alarmantes del deterioro que sufrimos: el asalto al ayuntamiento de Lorca, una prueba de los efectos que puede tener la demagogia de extrema derecha, y la triste sesión parlamentaria del jueves, de la que todo el Congreso salió desprestigiado por la confusa -y, tal vez, ilegal- aprobación de una ley que debía de haber sido paradigma del comportamiento político de España ante los fondos europeos. El ataque al sistema comenzó con la masiva propagación del discurso de odio de Podemos -precursor del «rodea el Congreso» y otras tácticas de intimidación-, continuó con la destrucción del Partido Socialista por parte de Pedro Sánchez, se consumó con la formación de una coalición de gobierno desleal, incoherente, frágil e impopular, se confirmó con los ataques a la justicia y el uso de la fiscalía al servicio del Gobierno, se volvió escandaloso con los sucesivos pactos con fuerzas políticas abiertamente hostiles a nuestra Constitución y acabó haciéndose casi irreversible con el estrepitoso fracaso de la oposición…El páramo de la democracia española nos ofrece hoy el siguiente panorama: los dos partidos centrales del país están desprestigiados y con un futuro incierto -uno de ellos, bajo un régimen caudillista que lo ha dejado sin alma ni voz, y el otro, en manos de incompetentes que, en lugar de ilusión o confianza, generan burla.”

Mañana, si mi querida vecina vuelve a tener las mismas ganas de cháchara de hoy, le soltaré, no con las mismas palabras, pero sí con mucha fidelidad, un breve párrafo de un artículo firmado por Juan Carlos Girauta en ABC:  “Al grano. Ha llegado la hora de negar la mayor: la disciplina parlamentaria no solo es contraria al espíritu de la Constitución, sino que nació para ahogar, neutralizar, anihilar un artículo crucial y definitorio del modelo de democracia por el que optamos en 1978. En concreto, el 67.2: «Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Mira qué clarito.”

Todos nos cansamos de la política basura. Pero basura hay también en el periodismo. Doy fe. Lo urgente es adecentar el parlamentarismo. Si no lo hacemos entre todos, la democracia será otro cadáver más camino del pudridero.

 

 

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