Hubiera preferido centrarme todo el rato en Alberto Garzón,
pero después de leer hace unos días a mi admirado Alfonso Ussía, tengo claro
que este comunista cool es “un tonto filarmónico”. ¿Y qué comunista o sociata
no es un tonto filarmónico? En el municipalismo hay ejemplo del folclorismo
tontolava, fotogénico y adicto al espejito mágico esclavizado que siempre
responde “tu sí que estás hecho un pibonazo”. Así es Garzón.
Pero quiero centrarme en algo que me atormenta. ¡Qué
fuerte! Pero no puedo poner otra palabrita para suavizar mi estado de ánimo.
Verán ustedes, sapientísimos lectores, yo soy de los que creen que vivimos en
un país maravilloso, lleno de potencialidades, admirado y querido por millones
y millones de seres humanos que se ubican en Europa, África, Asia, América.
Creo incluso que les caemos de puta madre a los esquimales, y eso que andan un poco sobrados. Pausa. (Esto de los esquimales es de una escena
desternillante de la peli “Ejecutivo Agresivo” y la escena en cuestión está
protagonizada por mi adorado John Turturro.)
No nos falta de nada para estar siempre entre los mejores. ¿Entonces
por qué carajo nos va tan mal? ¿Por qué somos los peores en tantas cosas y el
ejemplo claro de la decadencia de Europa?
Quizás tenga razón Pablo Pombo: “En este país, el entorno
político es tóxico y en esa toxicidad se nos revuelca, se nos alimenta y se nos
refuerza una vez tras otra ese bicho mutante que nos devora el sueño, el
bolsillo y la tranquilidad de ánimo. No parece muy saludable para la nación esto
de poner la supervivencia política de uno por delante de la protección de la
vida y de la salud de los compatriotas, como viene haciendo Sánchez desde el
primer minuto. ¿Es normal que nos parezca normal que quienes nos representan
renuncien al consenso frente al episodio más grave que ha vivido España en
muchas décadas? ¿Es aceptable mirar hasta la enfermedad y la muerte con el
cristal del color político?”.
Pombo nos quiere, de verdad. Y estoy convencido que escribe
así porque ya no aguanta más. Lo ve tan claro que sería una absurdez negar la
realidad. Lo tenemos todo para estar entre los mejores pero nos acomodamos en
la amoralidad.
Entonces busco una respuesta que ponga luz. Una respuesta
sensata, serena, pero con la mala leche que necesitamos para toparnos de bruces
con la dura y puta realidad.
¡Y la encuentro en un comunista! Pero no es un comunista
cualquiera. Es un actor y un hombre de la cultura (este sí) que merece el
respeto. Lo sigo desde muy joven y le considero, sin duda, entre los mejores
actores no solo nacionales sino internacionales. Él es José Sacristán. Yo, como
también hacía y hace él, me entregué a Fernando
Fernán-Gómez mientras mi vida se volcaba en el teatro y el cine. Gómez fue un genio anarquista y ateo que nos dejó hace ya algunos años,
pero como queda Sacristán, él es el que no da la respuesta. Y acierta.
“Y no solamente en la clase política. No somos una sociedad
muy dada a la cultura, a la escritura, a la lectura. ¡No lo somos! Si mañana se
cierran los teatros, no pasa nada. O los cines. No jodamos, si somos unos
analfabetos y unos incultos, no vamos a echar la culpa a la Administración. Ya
somos mayores... si se lee poco es porque la gente se lo gasta en gambas. La
base es la educación, no te quepa duda. Ésa es la base, todo es un problema de
educación.”
No añadamos nada. No quitemos nada de lo dicho. Con más de
80 años el hijo de Chinchón es oxígeno puro.
Así somos y por ello nos vamos a la mierda. A la puta
mierda.
Termino volviendo a la política que nos mata. Y el bicho,
claro, que también nos mata.
Mi médico, el de confianza me dice con tozudez que me cuide.
Que la ojeras, que los análisis últimos, que esta dolencia en el pecho que
vuelve y pide pasar otra vez por el quirófano, que la próstata no baja de
tamaño y es como el asteroide o cometa del golfo de México, que el sangrado
permanente de las encías es más que un sangrado permanente de encías. “Hasta la
próxima”, le digo, que será dentro de tres meses.
Pero hoy me levanto y lo primero que leo es El Español. Me
voy directo a la columna de Pedro Jota. Soy masoquista. Ni siquiera Cristian Campos
puede con Jota. Y en el ladrillo del director (que ha escrito un estupendo
libro que recomiendo, “Palabra de director”, consumo alrededor de diez minutos
leyendo sobre Pablo Casado y sus cuitas. Principalmente.
Pedro Jota afirma al final de monolito: “Sentiría
muchísimo acertar en el pronóstico, pero un Pablo Casado que cuando se reabra
el parlamento vote en contra de una norma que refuerza con el consenso buena
parte de las conquistas del PP en materia de flexibilidad laboral, siga dando
largas al conflicto con Ayuso e insista en ponerse la piel de lobo cada vez que
suba a la tribuna será un firme candidato a protagonizar la próxima
desaparición incomprensible en el tantas veces bautizado como diabólico
Triángulo Mortal de las Bermudas.”
Yo creo que si muerde, malo. Si besa, malo. Si abraza, malo.
Si pelea, malo. A Casado le exigimos más que al inquilino de la Moncloa. Nos
centramos en él porque tenemos un miedo atávico hacia el poder. Pero vemos más
fácil golpear el saco de Casado que el búnker de Sánchez. El Triángulo Mortal
de las Bermudas es el Gobierno (psoe-up y sus socios).
Sin embargo, vuelvo a mi comunista del alma, José
Sacristán. Es que no leemos. ¡Que se lo digan a Cayetana Álvarez de Toledo! Por
leer, escribir, pensar y ser libre la tienen hecha un Cristo en el PP.
Y claro que España es el mejor país del mundo. Pero nos
empeñamos en una vida gore. ¡Tontos filarmónicos! Aunque yo prefiero lo de tontos del culo.
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