La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso contó ante la cúpula del PP algunos de los valores que están presentes en el día a día de su acción de gobierno: la defensa de la igualdad de oportunidades, la monarquía, la empresa, la familia, la libertad y la vida.
Con esos valores se construye un gran país, una sociedad
fuerte, cohesionada, preparada para hacer frente a las adversidades que siempre
llegan. A veces sin avisar.
Los valores están a la baja. No gustan. Son una mochila con
piedras muy pesadas. La gentuza prefiere moverse sin mochila. Desnudas a ser
posible. Desnudas de todo valor o de eso que también llamamos las normas.
Lo que mola es que no haya normas. Un mundo sin leyes y un
mundo con muchos Djokovic. Ese es el mundo tranquilo y el mundo perfecto de la
marabunta.
Pero sin valores, vaya, la cosa no termina de arrancar. Lo
saben hasta los niños que se empeñan en joder hasta que los padres sueltan el “deja
ya de joder con la pelota…Niño que eso no se dice, que eso no se hace, que eso
no se toca.” Más o menos la canción de Serrat.
Y todos queremos en algún momento de la vida alejarnos de
las normas. Y a ese deseo lo llamamos (atrevimiento) libertad. Verdadera
libertad. Nos mentimos. O nos drogamos con esa droga que acompaña al hombre
desde el origen de los tiempos. La mentira.
Y gritamos libertad cuando en realidad nos metemos en un
zulo.
Los valores son pesados y cargantes si la persona es un
terrorista que tiene secuestrada la libertad.
Los anarquistas, los libertarios, los populistas, los Djokovic
de Serbia o del Congo salen en el documental donde todos van en pelota y se
buscan la vida en una selva llena de “peligros”. Pero es la selva con sus
normas la que se expone al peligro de los intrusos. Es la selva la que se
defiende de la invasión.
Ayuso es una presidenta con valores. Primer objetivo a
destruir. No es la persona, son sus valores. Y ahí que van las bestias
embistiendo. Pero los valores de los que habla Ayuso son algo más que pompas de
jabón. Los valores no son ingrávidos. Es más, los valores no son gentiles. (Serrat
es que me gusta desde que descubrí que Víctor Manuel es un espía de los monjes
tibetanos.)
Si los valores perduran en el tiempo es porque son fuertes y
buscan la pelea cuerpo a cuerpo con la estulticia y la violencia animal de los
que no aceptan las normas. Los valores no son compasivos jamás con los
enemigos.
De ahí que en tiempos de zozobra, los de hoy, los memos y
violentos en el poder vayan contra una mujer y contra todo aquel que acepte
cargar con la mochila ciertamente pesada.
Pero sólo así conseguiremos mantener en pie una sociedad
civilizada. O lo hacemos de esta manera o la fractura aplastará cualquier
vestigio de inteligencia. De vida sana.
Dice Ayuso que seguirá “reivindicando un país de ciudadanos
libres frente al comunismo, el populismo, los nacionalismos y cualquier otra
amenaza a nuestra prosperidad".
¿Lo tienen claro ya? Lo que reivindica la mujer es lo que
Yolanda Díaz, comunista, es incapaz de asumir como un mundo tranquilo y
perfecto; un mundo de orden, con valores, con democracia liberal, con personas
iguales ante la ley y la vida como el don sagrado permanente.
Engañan mejor, mienten mejor, tergiversan mejor, manipulan
mejor, y así ganan elecciones o se hacen fuertes para impedir el avance de la
libertad. Pero si por una vez dejamos atrás la comodidad, el confort, la
cobardía, la equidistancia, el apaciguamiento; si de verdad cogemos con coraje
la valentía y los valores que nos hacen libres y mejores, entonces los
portadores de la nada serán derrotados.
Ayuso no es una superwoman. Las superwoman son Cristina
Pedroche, Jorge Javier Vázquez, Alberto Garzón, Irene Montero, Pablo Iglesias,
Otegui, Rufián, Sánchez, la monja argentina que se mueve por Barcelona buscando
que la salpique la micción de Colau, otra superwoman. Esas personas son las que jamás
llevan mochila con valores. Para todos ellos los valores son piedras.
Y gracias a la realidad montada por Zuckerberg, los
agusanados ganan la guerra por ahora. Pero la perderán. Estas Termópilas tienen
otro final para los buenos.
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