Esto va del trágico Holodomor. Y no va de otra cosa. Lo advierto
de entrada por si no se cansa de leer la totalidad del texto.
Escribe Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y
Filosofía Política lo siguiente: “En algunos de sus textos recuerda Philip
Pettit que los mecanismos de control de una sociedad moderna son
fundamentalmente tres. Dos de ellos son bien conocidos: la mano invisible de la
economía de mercado y la mano visible del Estado. Desgraciadamente, está muy
extendida la convicción de que con esas dos manos basta para llevar a buen
puerto una sociedad, cuando lo cierto es que resulta también indispensable la
mano intangible de los valores, las normas y las virtudes cívicas, que es
valiosa por sí misma y para lograr que la democracia funcione. Es el aceite que
engrasa las ruedas de las maquinarias visible e invisible desde el peso de lo
intangible. Lo que la tradición clásica ha llamado el êthos, el carácter de una
sociedad, desde el que hace frente a las situaciones.” Amén.
Y yo, desde el humanismo cristiano que profeso, echo de
menos esa tercera mano. Y creo que la despreciamos o sencillamente la
eliminamos para fabricar un mundo de siglas políticas que nunca han puesto al
hombre en el centro. Hoy en España, el actual Gobierno representa un peligro
contumaz para esa tradición de siglos que fomenta y protege la buena salud de
una sociedad.
Quería saber para qué cosa puede servir el presi de la
todavía España, y leyendo a Juan Manuel de Prada descubro que para muy pocas: “Sánchez…en
el infierno no serviría ni para escachar liendres…”. O sea, que para destruir
España, y punto.
Y en otoño negrura. Más negrura. Y los de siempre, también
desde el "poder" mediático, apoyando el establecimiento del horror.
Nuevo horror, pero con los viejos métodos de la hoz y el martillo, para luego
dominar al rebaño. Digamos rebaño para que la minoría ciudadana no recuerde al
Cojo Manteca.
Nunca he tenido un palo de golf entre mis manos. Hace tiempo
que solo tengo libros. Y periódicos. Pero el boxeo es mucho más noble si llega
el momento del abrazo, que no es otra cosa, como dijo un sabio, que una pelea
cuerpo a cuerpo.
"Se entiende la angustia por el desempleo. En cambio,
tratar de imponer el falso dilema entre la economía y la salud se antoja
insoportable para cualquiera que comprenda que su integridad física depende de
los sanitarios, no de tomar vinos en una terraza. No hay consumo ni
recuperación sin salud pública. Mitigar una crisis que ha disparado las colas
en los bancos de alimentos resulta plausible. Forzar una aparente vuelta al día
a día apelando solo a lo que conviene al tejido productivo sería un placebo
momentáneo. Pero también una temeridad epidemiológica de consecuencias ya
previsibles”, escribe Raúl Conde en El Mundo.
Créame, estoy con usted, señor Conde. Y si los muertos son
improductivos, hay políticos, de todas las tendencias, que también lo son, y no
merecen el respeto que sí merecen los primeros.
Mejor quedarnos con los 30.000 muertos que con este
Gobierno.
Y sin dejar todavía el citado periódico de Paco Rosell, la vieja
periodista Lucía Méndez hace lo que hasta hoy parecía inimaginable. Como lleva
tiempo solazando en el pudridero del radicalismo de la izquierda repartidora de
dolor, ha decidido usar a Galdós para pedir perdón. Escribe que “Misericordia”,
gran novela de nuestro insigne escritor, es muy apropiada para este tiempo. ¡Y
yo tengo que pagar todos los meses para leer cosas así en El Mundo! Me pregunto
su la vieja Lucía ha leído las obras completas de mi paisano. A mí, lo confieso
con humildad, me faltan tres lecturas. Y me pregunto si por un casual lee El
Mundo, periódico donde trabaja. ¡Y tengo que pagar todos los meses unos euros
para tener acceso a “buen” periodismo! Aunque también pago por El País.
“Miseria y hambre” decía hace pocos días el vicepresidente
canario, Román Rodríguez.
Miseria sí.
Pero lo que está ya entre nosotros es el pavoroso Holodomor.
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