Con Franco se vivía mejor.
Me dijo ayer una persona que eso es así. “Y no me lo
discutas”. Y no se lo discutí.
Es una persona educada, culta, trabajadora, que siempre
busca el consenso; amante de la familia, defensora de la justicia social, con
valores de humanismo cristiano que, obviamente, coinciden con los míos. Es un
gran tipo. A ustedes les gustaría charlar con él. Pasar una tarde (respetando
la distancia) hablando de historia, de cultura y, sobre todo, de los muchos
males del comunismo y del capitalismo salvaje.
Cuando Franco murió tenía yo 14 años. Al año siguiente
moriría mi madre.
Era un joven que tenía interés por meterse donde no debía. Escuchar
conversaciones de mayores en la plaza del Charco, ver programas en la tele
donde se contaban historias alambicadas con señores que fumaban y llevaban
gafas de buceo, o a mí me lo parecía.
Recuerdo, más adelante el gran programa “La Clave”, y recuerdo
a Balbín. Y recuerdo a políticos que se expresaban con lucidez, sentido común,
sapiencia, con la vida resuelta y sin necesidad de pedir un duro a los
españoles. ¡Qué cosas! Democristianos (los míos, todavía hoy), conservadores,
liberales, socialistas, comunistas (sin peluca). Todos buscaban lo mismo. Unos
más convencidos que otros.
He de decir que he tenido siempre muy claro que la derecha
puso mucho de su parte para conciliar una España necesitada de más progreso
(porque progreso ya había) y más libertad.
Por aquellos años mi madre enfermó y fue atendida con
humanidad y gran profesionalidad en la Sanidad Pública. Oh, sí, pública. No se
sorprendan ustedes.
Mi amigo, un señor mucho mayor que yo, defiende hoy la
democracia y la Constitución del 78 que no votó. Repite que daría la vida por
esa Constitución. La del 78, insisto.
Que, siendo franquista, lo que más le preocupa es que no se
respete el Estado de Derecho. Y le pone a rabiar que sociatas, comunistas e
independentistas se encuentren a gusto con este estado de alarma que, como bien
escribe Guadalupe Sánchez en Vozpópuli, “¿Por qué entonces el gobierno de
Sánchez insiste en recurrir al estado de alarma? Porque todas las decisiones
que se adopten al amparo de leyes como la de salud pública del 86 están
sometidas al control del Poder Judicial. Efectivamente, el artículo 8.6, párrafo
segundo, de la ley de la jurisdicción contencioso-administrativa confiere a
esos juzgados la competencia para autorizar o ratificar la adopción de medidas
sanitarias «urgentes y necesarias para la salud pública que impliquen privación
o restricción de la libertad o de otro derecho fundamental».
Y él insiste que cuando habla de sociatas no se refiere a
los socialistas de viejo cuño. Bueno, si ustedes le citan a Largo Caballero, el
buen señor menea la cabeza y pasa a ponerse de inmediato en posición de ataque.
Menos guapo, de Largo dice muchas cosas, y todas feas. ¿Y
quién soy yo para llevarle la contraria? Bastaría con leer historia, y él me
enseñó hace tiempo que la historia está ahí para aprender de ella.
Hoy, con el bicho moviéndose por España y con un gobierno
social comunista dispuesto a destruir lo que se ha conseguido en algo más de 40
años (amén de enterrar la victoria ante el comunismo en su día), los españoles
deben tomar decisiones difíciles. Y digo difíciles porque comienza a pergeñarse
una realidad (nueva realidad) que nos convierte en lacayos, clones,
replicantes, meros correveidiles de una sola verdad.
Si piensan que Sánchez e Iglesias están trabajando para
salvar vidas, ustedes corren un peligro real de ser lobotomizados.
En el mismo diario, o sea, Vozpópuli, Jorge Vilches escribe
lo siguiente: “Sánchez no es prisionero de Iglesias, sino cómplice. Todo el
PSOE, sin excepción, se ha convertido en cooperador necesario de la deriva
autoritaria. No hace falta más que echar un vistazo a quién apoya sin fisuras
al presidente desde la política o los medios de izquierdas: solo los
identificados con Unidas Podemos y los 'sanchistas' subsidiados. Es
significativo que únicamente los 'podemitas' no rompan filas con las decisiones
de Sánchez. No cabe cesión alguna con quien quiere recortar la libertad y
detener los mecanismos de la democracia. El discurso de la unidad tras el
Gobierno es solo una retórica para someterse a los dictados de un Ejecutivo
social-comunista que, si pudiera, gobernaría en estado de alarma, por decreto y
sin control, hasta el final de la legislatura. Este Gobierno no pretende que
los españoles se recuperen y que la pandemia sea un penoso recuerdo, sino
transformar el país. Su objetivo no se limita a los términos de un estado de
alarma, a paliar la pandemia, sino que están aprovechando la oportunidad para legislar
sobre materias que se escapan al sentido del decreto habilitante. El riesgo de
involución es muy serio. Estamos viviendo un peligro mucho mayor que el 23-F o
el 1-O…”.
Así que espabilen.
Creo que con Franco no vivíamos mejor, pero de lo que sí
estoy seguro es que con pedro sánchez morimos de asco y de pena.
Y también de hambre, dentro de nada.
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