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¿Dónde está la oposición del PP?


De Torra cualquier cosa. Y siempre mala. La hijoputez diaria de una persona mal hecha desde dentro.
Leo en uno de los editoriales de El Mundo, “Si el Gobierno sigue permitiendo este maltrato al Ejército y la Guardia Civil y que no funcionen estos hospitales de campaña que pueden salvar tantas vidas, será cómplice de una indignidad que le inhabilita para seguir al frente de esta crisis.”
A Sánchez le resbala que se junten redactores para escribir editoriales acusándole de ser cómplice. ¡Uf, cómplice! Ya lo estoy viendo. Temblando, asustado, arrugado en un asiento, apenas con un hilo de voz pidiendo a Iván Redondo que intente arreglar “por las bravas” el atropello, ¡qué atropello!, la ignominia de los medios de comunicación del fascismo español.
No hay pupa, redactores.
El hombre que caga y mea en la Moncloa está por encima de editoriales, palabras, gestos, ruegos, genuflexiones, por encima también de la oposición democrática a la que pastorea como quiere, consiguiendo de ella el sí de los perros.
De Torra ni una palabra. Aquí no. Al proyecto de hombre al frente de los destinos de Cataluña que lo alimenten otros, aunque vivan convencidos de que el odio en él instalado está perdiendo fuerza y ya muere, con los pulmones sin aire, con un virus de mercadillo chino que apesta a perro rabioso.
Y si quieren ustedes saber lo que es odio del malo, odio de la peor clase, fabricado en lo más profundo y hediondo de un alma negra, lean hoy a Jorge M. Reverte en El País. Es una prolongación de Sánchez, el presi. Para el redactor de la columna infecta, el virus no es tan dañino como esa derecha que da el sí, y además aplaude desde los balcones.
Y es que Reverte considera que el aplauso a los de las batas blancas es propiedad de la izquierda, y la sanidad pública, y la educación pública, y el bien común, y la justicia social, ¡y la vida!
¿Por qué el coronavirus no se lleva sólo a los votantes del PP, Vox y Cs? A lo mejor se hace la pregunta Jorge M. Reverte. Y esa misma pregunta se hacen también los animales del rojerío nacido en cualquier matadero sin licencia, esos que jalean su deseo de muerte en Facebook, acompañados por el gacetillero que más sabe de odio, pero con la máscara de mosquita muerta.
ABC, para el que sabe leer, aporta un granito de arena para que la lucidez no se apague. “España es el país del mundo con la mayor tasa relativa de fallecidos por número de habitantes, y no hay ni una sola nación en todo el planeta que tenga a más de 20.000 miembros de su cuerpo sanitario contagiados por el virus. Todo en Sánchez es autocomplacencia, y trata de construir el guion de una gestión óptima que no es tal, porque España ni siquiera conoce aún el número real de muertes, y eso es muy grave.”
Los Pactos de la Moncloa que el presi quiere poner en marcha ya están muertos. Y no han nacido. Muertos porque el presi representa la muerte política. Y un muerto político sólo crea muerte, gusanos, pestilencia.
Me niego a aceptar que 47 millones de españoles estén, como Sánchez, muertos políticamente; que son gusanos contagiando enfermedades, suplicando desde el abismo del odio una esclavitud sin ojos.
O muere la política de Pedro Sánchez, o la vida tal y como la conocemos se irá a la mierda.
Se irá a la mierda la humildad, la transparencia y la cercanía, palabras que en boca del socialista ya nacen muertas. ¡Siempre la muerte!
Escribe Carlos Herrera que “…de ese enorme embustero de Pedro Sánchez nadie en su sano juicio se puede fiar.”
¿Por qué Pablo Casado dio el sí?
Adriana Lastra tiene la respuesta.
La estatalización de la vida ya es un hecho.
Hasta la muerte se ha estatalizado en este cementerio con balcones que aplauden, engordando al gran farsante que niega el luto oficial, dejando nacer la risita de la hiena en el Congreso.
¡Y la hiena siempre ríe, hasta cuando come!

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