Ahora no sé, al
comienzo del texto, si es mejor formular una pregunta o con osadía ante lo que
pueda pasar decir que al gobierno de Pedro Sánchez le importamos una mierda.
Un conocido me pide
que haga el esfuerzo de fijarme en las ojeras de Sánchez.
Es evidente que para participar de su verdad, lo primero que he de hacer es aceptar las ojeras de Sánchez como
animal de compañía.
Y esas ojeras deben
provocar en mí una quemazón en el alma.
Compungido el
corazón.
A las puertas de
Moncloa implorando el perdón ante tantas críticas injustas, crueles, fanáticas
y antipatrióticas. Inhumanas.
¡Pero a mí las
ojeras de Pedro Sánchez me importan una mierda!
Del hombre que
dirige los destinos de España, increíble, pero cierto, sólo me interesa saber el
día y la hora en que presentará la dimisión. Porque en ese día y a esa hora España
volverá a tener un resquicio de esperanza.
Quien crispa, quien
se ha convertido en un enemigo de la salud, de la economía y del bien común, no
es otro que Sánchez.
La desescalada de la
tensión que solicita debe comenzar por su exilio al desierto de Atacama.
Que lo suelten con
la suficiente agua y el suficiente pan para que descubra el infierno que anida
en esa cabeza, verdadera fábrica de horrores.
Uno de los despropósitos
es pretender que hagamos nuestra la criminal gestión que desde la Moncloa se
está perpetrando ante la matanza que provoca la Covid-19. No Sánchez, quede
claro.
Sánchez en sí mismo es
el gran bulo, la gran fake, a quien Marlaska debería perseguir, o como asegura
el de Interior, “monotorizar”.
¿Hay mayor bulo
infecto que la comparecencia semanal del presidente en las televisiones?
¿Quiénes difunden
mentiras y tratan a los españoles como menores de edad en esta crisis? Sus
ministros.
Ay, Margarita, cuán
sola estás en el Ejecutivo, pero acompañada de militares fieles a España, a la
Constitución, al Rey y al pueblo soberano.
No hay conferencia
de prensa en la que no desparramen el vómito mayor de falacias de la democracia
española.
Europa sabe quién es
Pedro Sánchez.
Y Europa, vaya por
delante, viene tocándome los huevos hace tiempo.
Quiero más de esa
Unión Europea que se asemeja cada vez más a un club de desolladores de los más
humildes.
Pero entiendo que
entregar dinero al sanchismo es lo mismo que pretender educar en economía al “doctor”
y al social comunismo esquizofrénico.
No hay Pactos de la
Moncloa que valgan, pero sí mucha Adriana Lastra echando espumarajos por la
boca.
Y ver a Ábalos y a la
portavoz del psoe partirse de risa en el Congreso es la imagen perfecta de la
desnutrición intelectual de un socialismo a años luz de la realidad.
Si los españoles han
de ser la viva imagen de este gobierno, no cabe duda de que tras la pandemia
sufriremos el vaciamiento existencial más deconstructivo.
“Si no eres
comunista, no eres buena persona”. Eso dijo Monedero no sé a quién. A mí no.
Si a mí me sale con
esa, le suelto que tiene delante a un hombre con un gran corazón, que cree a
pies juntillas en la justicia social, en la democracia liberal, en la cultura judeocristiana,
y ya de paso le suelto también que se vaya a tomar por el culo, recordándole,
eso también, que su comunismo ha matado a más de 130 millones de seres humanos.
Mientras no
cambiemos de gobierno, por las buenas, pero por las bravas en las urnas, España
seguirá estando maldita.
Porque el social
comunismo no es una gripecilla. Es mucho más.
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