Descubro que el coronavirus tiene perdida esta guerra escuchando hablar a Pablo González, empresario del Puerto de la Cruz.
Tenía dudas poniendo atención a los comunicados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), escuchando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la cohorte de políticos (con excepciones en el municipalismo) que representan la más dolorosa y terrible mediocridad que una sociedad puede arrastrar consigo.
No me fiaba del todo del FMI, del BCE, de científicos que le han cogido al gusto a las cámaras trabajando a las órdenes de esos mismos políticos que anteponen intereses de partido al bien común.
No tengo necesidad de prestar un segundo de mi tiempo para averiguar qué piensa o qué acción decide acometer el gobierno insular o regional.
Estos días prefiero estar confinado en los clásicos. Sinceramente. En los místicos. Vuelvo a Santa Teresa de Ávila, por ejemplo.
Y entre los columnistas, me quedo con unos cuantos de toda confianza: Gabriel Albiac, Juan Manuel de Prada, Jorge Bustos, Arci Espada, Rafa Latorre.
Para estar informado (que me perdonen los amigos que ven la tele o escuchan la radio) prefiero (¡torpe!) continuar aferrado a cinco periódicos en sus respectivas ediciones digitales.
Y digo cinco, porque sólo leo estos cinco: El Mundo, El País, ABC, La Vanguardia y El Confidencial. Lectura obligada.
Sin embargo, hoy, a eso de las 9 de la mañana, un empresario, un portuense que responde al nombre de Pablo González, mientras intervenía en mi programa "Las mañanas con Gente Radio", entiendo que sin pretenderlo, pero defendiendo con vehemencia a sus trabajadores, su empresa, el modelo de sociedad en el que cree, criticando con justicia lo que a todas luces son injusticias imperdonables; ya digo que sin pretenderlo, ha logrado convencerme de que el coronavirus tiene la guerra perdida.
¡Está derrotado!
Sangre, sudor y lágrimas.
Naturalmente conllevará un coste de vidas humanas, de grandes pérdidas económicas, de muchos puestos de trabajo perdidos, pero al final, no les quepa la más mínima duda, la victoria contra el huésped indeseado será total y absoluta.
En Pablo González encontré lo único que necesitamos para luchar y ganar; lo que todo hombre libre necesita para hacer frente al enemigo. ¿Qué es?
¡La verdad!
Pablo González habla con la verdad.
Me basta.
Tenía dudas poniendo atención a los comunicados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), escuchando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la cohorte de políticos (con excepciones en el municipalismo) que representan la más dolorosa y terrible mediocridad que una sociedad puede arrastrar consigo.
No me fiaba del todo del FMI, del BCE, de científicos que le han cogido al gusto a las cámaras trabajando a las órdenes de esos mismos políticos que anteponen intereses de partido al bien común.
No tengo necesidad de prestar un segundo de mi tiempo para averiguar qué piensa o qué acción decide acometer el gobierno insular o regional.
Estos días prefiero estar confinado en los clásicos. Sinceramente. En los místicos. Vuelvo a Santa Teresa de Ávila, por ejemplo.
Y entre los columnistas, me quedo con unos cuantos de toda confianza: Gabriel Albiac, Juan Manuel de Prada, Jorge Bustos, Arci Espada, Rafa Latorre.
Para estar informado (que me perdonen los amigos que ven la tele o escuchan la radio) prefiero (¡torpe!) continuar aferrado a cinco periódicos en sus respectivas ediciones digitales.
Y digo cinco, porque sólo leo estos cinco: El Mundo, El País, ABC, La Vanguardia y El Confidencial. Lectura obligada.
Sin embargo, hoy, a eso de las 9 de la mañana, un empresario, un portuense que responde al nombre de Pablo González, mientras intervenía en mi programa "Las mañanas con Gente Radio", entiendo que sin pretenderlo, pero defendiendo con vehemencia a sus trabajadores, su empresa, el modelo de sociedad en el que cree, criticando con justicia lo que a todas luces son injusticias imperdonables; ya digo que sin pretenderlo, ha logrado convencerme de que el coronavirus tiene la guerra perdida.
¡Está derrotado!
Sangre, sudor y lágrimas.
Naturalmente conllevará un coste de vidas humanas, de grandes pérdidas económicas, de muchos puestos de trabajo perdidos, pero al final, no les quepa la más mínima duda, la victoria contra el huésped indeseado será total y absoluta.
En Pablo González encontré lo único que necesitamos para luchar y ganar; lo que todo hombre libre necesita para hacer frente al enemigo. ¿Qué es?
¡La verdad!
Pablo González habla con la verdad.
Me basta.
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