Adela era tan buena madre que sus ojos no descansaban para que el niño viviera.
Madre buena Adela en la tarde apacible con un libro entre las manos y Lorenzo oyendo la voz del amor entregado y gratis.
Adela rezando y Adela riendo y Adela haciendo café para que abuela Polonia regale sonrisa y Lorenzo abrace a la vieja querida siempre de negro y grandes manos para dar calor.
Adela se fue joven y Lorenzo envejeció a los 13 años.
Adela estaba muerta ese día y al siguiente la quería el cielo y los ángeles la arrullaban.
Adela me espera y en su abrazo el hijo que murió reirá enseñando las paletas y olerá a madre, a vida, a amor desmesurado universal y cósmico.
¡Madre e hijos, juntos!
Así el miedo perdió la guerra hace más de cuarenta años.
Saber que no esta muerta.
Que enciende velas porque Lorenzo no duerme a oscuras,
y el niño antes siempre quiere un cuento,
voz de miel,
amor de madre para la vida plena.
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