Callarse, nunca.
Pero hay que evitar hacer el ridículo.
¿A que usted, sapientísimo lector, intenta no caer en lo irrisorio?
A mí me encanta hacer el payaso ante mis hijos. Lo confieso. Que se rían de mí es algo que me gusta y de lo cual disfruto como un niño chico. Pero en casa. Entre las cuatro paredes de nuestro hogar. Nos reímos. Y hago el payaso con maestría y libertad de movimientos y de lengua que es digna de admiración.
Ah, por cierto, ser payaso es una de las profesiones más hermosas.
En el periodismo local, el gacetillero debería esmerarse en ocultar las fealdades de su deambular por la vida. Esta vida, claro.
No seré yo quien le susurre al oído que el embrutecimiento depresivo mal llevado es una empinada cuesta que agota y atrofia la mente.
No se mejora el arte de escribir tecleando o escribiendo a mano (¿a dos manos?), copiando, envidiando, olfateando cual perro hambriento las páginas de clásicos.
Cuando se es un don nadie en el periodismo local, con cargo o sin cargo, y cuando la redacción del texto conduce a la conclusión cuasi empírica de tener ante los ojos un trabajo meritorio para Wikipedia, entonces cabe hacer la pregunta: ¿qué necesidad tiene el cachivache de proseguir con el exhibicionismo despreciable?
Conclusión: el gacetillero local es un mediocre artesano de textos para Wikipedia.
Por el contrario, cuando se escribe desde la locura, cuando no es la cabeza la que manda, cuando las manos no intervienen, sino que son las tripas y los huevos los ejecutores de la entronización del machete en el texto, entonces, sin dudarlo, ha llegado la hora de que irrumpa con fuerza y poderío la violencia extrema del escritor indomable.
Palabras hirientes, cortes sin anestesia en el corazón y el hígado bañado en alcohol antes de dormir . La epistaxis apenas es una corrida (¿prefieres eyaculación?) que lleva a la casilla de salida. Hay que escribir dejando que la sangre salga del cuerpo.
Vacíate por completo de espíritus comodones.
Ignora quién eres.
Que los demonios hagan de ti un arma letal.
Pero si escribes al servicio de un partido político, oh, viejo y ocioso gacetillero, todos te miraremos como lo que eres, un cursi al servicio de la propaganda oficial. Cáustico.
No un payaso. No mereces tal reconocimiento.
Yo lo soy. Un payaso. Y también un unamuniano que abraza las tinieblas y convive con las contradicciones inherentes a un alma libre y atormentada.
Tú eres un payasete.
¿Un chorra?
Pero hay que evitar hacer el ridículo.
¿A que usted, sapientísimo lector, intenta no caer en lo irrisorio?
A mí me encanta hacer el payaso ante mis hijos. Lo confieso. Que se rían de mí es algo que me gusta y de lo cual disfruto como un niño chico. Pero en casa. Entre las cuatro paredes de nuestro hogar. Nos reímos. Y hago el payaso con maestría y libertad de movimientos y de lengua que es digna de admiración.
Ah, por cierto, ser payaso es una de las profesiones más hermosas.
En el periodismo local, el gacetillero debería esmerarse en ocultar las fealdades de su deambular por la vida. Esta vida, claro.
No seré yo quien le susurre al oído que el embrutecimiento depresivo mal llevado es una empinada cuesta que agota y atrofia la mente.
No se mejora el arte de escribir tecleando o escribiendo a mano (¿a dos manos?), copiando, envidiando, olfateando cual perro hambriento las páginas de clásicos.
Cuando se es un don nadie en el periodismo local, con cargo o sin cargo, y cuando la redacción del texto conduce a la conclusión cuasi empírica de tener ante los ojos un trabajo meritorio para Wikipedia, entonces cabe hacer la pregunta: ¿qué necesidad tiene el cachivache de proseguir con el exhibicionismo despreciable?
Conclusión: el gacetillero local es un mediocre artesano de textos para Wikipedia.
Por el contrario, cuando se escribe desde la locura, cuando no es la cabeza la que manda, cuando las manos no intervienen, sino que son las tripas y los huevos los ejecutores de la entronización del machete en el texto, entonces, sin dudarlo, ha llegado la hora de que irrumpa con fuerza y poderío la violencia extrema del escritor indomable.
Palabras hirientes, cortes sin anestesia en el corazón y el hígado bañado en alcohol antes de dormir . La epistaxis apenas es una corrida (¿prefieres eyaculación?) que lleva a la casilla de salida. Hay que escribir dejando que la sangre salga del cuerpo.
Vacíate por completo de espíritus comodones.
Ignora quién eres.
Que los demonios hagan de ti un arma letal.
Pero si escribes al servicio de un partido político, oh, viejo y ocioso gacetillero, todos te miraremos como lo que eres, un cursi al servicio de la propaganda oficial. Cáustico.
No un payaso. No mereces tal reconocimiento.
Yo lo soy. Un payaso. Y también un unamuniano que abraza las tinieblas y convive con las contradicciones inherentes a un alma libre y atormentada.
Tú eres un payasete.
¿Un chorra?
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