Cuando un periodista no tiene nada de lo que hablar, pídanle que escriba un obituario.
No falla.
Se ha muerto fulanito. De repente.
Muchacho, una tragedia.
La familia está desolada.
Y el fiambre mucho más, claro.
Y los amigos.
Y por supuesto la ciudad.
Un obituario hace falta para hacerle justicia.
Una persona culta, simpática, trabajadora, educada, buen esposo, buena esposa, buen padre, buena madre, y con anterioridad buen hijo, buena hija.
Ya sabes, tú lo conocías mejor que nadie.
Y quién mejor que tú en este nuestro pueblo para juntar esas palabras que sólo tú y nadie más que tú emplea con sapiencia helénica.
¿Está Juan Rulfo?
No me vale. Demasiado seco.
¿Y Borges?
Es bueno, no lo niego, pero desde que le quitaron los ojos cuando afirmó que no podía con el Diario de Avisos, a mí me da esa cosa pedirle favores.
Bueno, pero también está Juan Cruz.
Oye, coñe, que estamos hablando de gente a la que se la pueda tutear. Las celebridades están bien para cuando inauguremos el refugio comarcal de animales.
Pues entonces no puedo negarme.
¡Es lo que quería oír!
Me pongo a ello.
Y a ello se pone el periodista sin curro, con más horas muertas que Alatriste.
El obituario está bien para periodistas con grasa en el cuerpo.
El obituario está bien para el haragán que nunca leyó a Proust pero sabe mejor que nadie lo buenas que están las magdalenas.
El obituario está muy bien para el junta letras que marea a la tripulación del Nautilus con las ondulantes y barrocas expresiones en su lenguaje de floristería.
Y cuando termina el texto solo cabe la admiración.
Se publica en un digital o en el Facebook.
El Like cotiza más alto que el pene de Rocco a sus 55 años.
Y el muerto está que se sale.
En el cielo lo felicitan.
Hasta Dios se acerca a decirle que ese tal...es un máquina mintiendo.
¿Mintiendo?
Hombre, como es periodista, yo he dado por hecho que la mentira es su herramienta de trabajo.
Oh, no, Señor, este periodista es lo mejor que ha parido el psoe.
Ah, si es hijo del psoe, entonces llevas razón. Te pido perdón.
----------------------
Cuando estire la pata, que será pronto, a Dios gracias, lo único que quiero es que los periodistas, todos, se alejen de mis gusanos. ¡Especialmente tú!
Quiero que mi obituario (porque tengo derecho a uno), lo escriba alguien. Patrick Süskind. Y que comience con un expresivo "hijo de la gran puta". Y luego, que esa personita incluya una línea más de su propia cosecha. Algo así como: "Vete a tomar por el culo, cabrón".
Aunque es posible que el alemán no acepte el ofrecimiento, porque mi perfume no será de su agrado, estoy seguro de ello.
-----------------------
En este pueblo, cuando muere alguien, siempre hay un cronista no oficial dispuesto a redactar un obituario.
O lo que es lo mismo.
Siempre hay un mamarracho jodiendo al fiambre.
No falla.
Se ha muerto fulanito. De repente.
Muchacho, una tragedia.
La familia está desolada.
Y el fiambre mucho más, claro.
Y los amigos.
Y por supuesto la ciudad.
Un obituario hace falta para hacerle justicia.
Una persona culta, simpática, trabajadora, educada, buen esposo, buena esposa, buen padre, buena madre, y con anterioridad buen hijo, buena hija.
Ya sabes, tú lo conocías mejor que nadie.
Y quién mejor que tú en este nuestro pueblo para juntar esas palabras que sólo tú y nadie más que tú emplea con sapiencia helénica.
¿Está Juan Rulfo?
No me vale. Demasiado seco.
¿Y Borges?
Es bueno, no lo niego, pero desde que le quitaron los ojos cuando afirmó que no podía con el Diario de Avisos, a mí me da esa cosa pedirle favores.
Bueno, pero también está Juan Cruz.
Oye, coñe, que estamos hablando de gente a la que se la pueda tutear. Las celebridades están bien para cuando inauguremos el refugio comarcal de animales.
Pues entonces no puedo negarme.
¡Es lo que quería oír!
Me pongo a ello.
Y a ello se pone el periodista sin curro, con más horas muertas que Alatriste.
El obituario está bien para periodistas con grasa en el cuerpo.
El obituario está bien para el haragán que nunca leyó a Proust pero sabe mejor que nadie lo buenas que están las magdalenas.
El obituario está muy bien para el junta letras que marea a la tripulación del Nautilus con las ondulantes y barrocas expresiones en su lenguaje de floristería.
Y cuando termina el texto solo cabe la admiración.
Se publica en un digital o en el Facebook.
El Like cotiza más alto que el pene de Rocco a sus 55 años.
Y el muerto está que se sale.
En el cielo lo felicitan.
Hasta Dios se acerca a decirle que ese tal...es un máquina mintiendo.
¿Mintiendo?
Hombre, como es periodista, yo he dado por hecho que la mentira es su herramienta de trabajo.
Oh, no, Señor, este periodista es lo mejor que ha parido el psoe.
Ah, si es hijo del psoe, entonces llevas razón. Te pido perdón.
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Cuando estire la pata, que será pronto, a Dios gracias, lo único que quiero es que los periodistas, todos, se alejen de mis gusanos. ¡Especialmente tú!
Quiero que mi obituario (porque tengo derecho a uno), lo escriba alguien. Patrick Süskind. Y que comience con un expresivo "hijo de la gran puta". Y luego, que esa personita incluya una línea más de su propia cosecha. Algo así como: "Vete a tomar por el culo, cabrón".
Aunque es posible que el alemán no acepte el ofrecimiento, porque mi perfume no será de su agrado, estoy seguro de ello.
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En este pueblo, cuando muere alguien, siempre hay un cronista no oficial dispuesto a redactar un obituario.
O lo que es lo mismo.
Siempre hay un mamarracho jodiendo al fiambre.
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