Ignacio Camacho cierra su columna de hoy sábado afirmando que
en España existe una “educación de indigencia abrumadora”, y con ella se
empobrece el alma y, autores esenciales, Galdós sin duda, son apartados,
enterrados y suprimidos del catálogo de escritores para el buen vivir y el buen
pensar. La consecuencia final de todo ello es que la sombra (la niebla
unamuniana) se dispone a invadir el presente, y de un plumazo ordena la
prohibición de entender nuestro turbulento y complejo presente.
Es cierto que sin don Benito no se puede hablar, y mucho
menos comprender la España del XIX (así lo recuerda Camacho). Pero hoy, para
desgracia de las criaturas libres, son más, muchos más los que han apostado por
la vida en colmena.
Obreros de la nada y a las órdenes de la nada. Mamporreros de
trinchera al servicio de la mentira.
El sulfuroso gacetillero portuense, aunque en apariencia
tenga más similitud con el mero bobalicón de los mares que mi padre domeñaba,
es un ejemplo de la barbarie cerril.
No cuesta tanto, créanme, leer un buen libro. Don Benito tiene
abierta las puertas de par en par. Comience usted por esa Fontana de Oro, la
primera de la pléyade de genialidades del canario.
Y que no le cuenten historias los carcas de la cultura del
Puerto de la Cruz, esos que deberían salir a que les diera el sol con el
chándal dominguero y las zapatillas deportivas. Tenis.
En carnaval, el plúmbeo representante del socialismo más
pedregoso del Puerto de la Cruz podría deleitarnos con un disfraz singular.
Yo le recomiendo el de un concejal ensoberbecido que alcanzó
la alcaldía con el tonito admonitorio
que tienen los que sueltan trolas hasta cuando callan. (No estoy describiendo
en absoluto al actual presidente del ayuntamiento.)
¿Para qué sirve hoy la mentira? Más que nunca es una
herramienta eficacísima en política y periodismo zarrapastroso.
Sin la mentira no hay político local que pueda soñar con un mañana
libre del anquilosamiento de la verdad.
Pues la mentira es para el mediocre gacetillero, el engañador
concejal, el acongojado alcalde ante la musculatura del secretario de la
corporación, esa amiga fiel que necesita de poco para nunca fallar.
Articulaciones bien engrasadas (el gacetillero debe ejercitar
más el gollete) y una fuerza bruta de trinchera perfectamente camuflada con
amiguetes portamaletas y chiquillada analfabeta vociferando “¡maestro, maestro,
maestro!”.
“Educación de indigencia abrumadora”. Es la foto perfecta de
la “dignidad de la democracia portuense” que tanto bien ha generado para barrigas,
paladares y cerebros absolutistas que nunca mueren. Sólo se marchitan, pero manteniendo
el poder.
¿Qué poder? El que siempre exteriorizan los ineptos, torpes,
poco preparados, los que no dan la talla, los desvertebrados de mollera.
Descubran ustedes a un tal Dominic Cummings. El tío es asesor
de Boris Johnson. Da miedo.
Parece no romper un plato. En vivo hasta resulta lento como
un caracol. Pero algunos dicen que es un verdadero destripador de la verdad.
En el Puerto de la Cruz, gacetillero y políticos varios se
adelantaron a ese tal Dominic Commings.
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