Las democracias, las de verdad, son siempre imperfectas.
Requieren de arreglos continuos. Es sabido. Las dictaduras son siempre
perfectas. Perfectas en su imperfección natural del tirano arquitecto. Pero si
las democracias requieren a veces pasar por el quirófano, lo urgente es que las
democracias no descuiden un hecho trascendental: el papel y la presencia de los
doctores. ¿Es el pueblo ese doctor que necesita la democracia? En España por
descontado que no. Tras el magnífico artículo de Gabriel Albiac en ABC, en el
que señalaba que ese pueblo (populacho) duerme sin importarle lo que ocurre,
Jesús Cacho en Vozpopuli insiste en ello con igual clarividencia. Si la
democracia depende del pueblo, está condenada a ser una meretriz al albur de
Pedro Sánchez, psoe, Bildu, ERC, CUP, Unidas Podemos y otros partidos, no todos
ubicados en la izquierda o en los movimientos independentistas
“Levantarse contra el poder no solo es legítimo en
democracia: es necesario, pues la democracia es un sistema que precisa de
reformas y cuidados continuos, una realidad viva que genera nuevas situaciones
que deben atenderse y, a veces, corregirse”, reflexiona Máriam Martínez Bascuñán
en El País.
Es evidente que así es. O ganan los mentirosos o fracasa la
verdad. Por ejemplo, una mentira poderosa, casi invencible: “tenemos la
juventud mejor formada de la historia”. De esa supuesta verdad se viene
hablando hace más de veinte años. ¿Pero nuestros jóvenes han triunfado?
¿Pueden, de hecho, triunfar? ¿Son los mejores formados de una España más
embrutecida que ayer? No creo que tengamos la juventud ni las personas con 30 y
40 años mejor formadas de nuestra historia. Imposible. Los jóvenes están
fracasando, en muchos casos por errores propios, por ser vagos, cómodos y
reptiles en el hogar de los padres, pero en otros casos muy dolorosos, esos
jóvenes muerden el polvo por culpa de un capitalismo salvaje y deshumanizado.
La meritocracia no puede estar al servicio de un sistema depredador. La
democracia pierde legitimidad porque es con ella donde el parásito encuentra
cobijo y el hombre libre preparado y crítico es condenado a galeras.
No todos los movimientos protestarios son merecedores de
aplauso y escapulario. Ni hablar. Protestar, dejarse la piel y, a veces, para
horror del consumidor de noticias y fabricante de ellas (me incluyo) perder la
vida es la consecuencia de una estúpida reacción provocada por políticos
bocazas y medios de masas que buscan y encuentran en las caceroladas y en los
lazos y chalecos amarillos, la oportunidad pintiparada de hacer caja. Pero hay
protestas justas, que nos atañen, que no pueden quedar en suspenso y, menos todavía,
pasar desapercibidas y quedar sin respuesta. Son en esas protestas, cada vez
más numerosas, en las que todos nos jugamos el presente laboral y la dignidad
como personas.
Ahora bien, si he de calentar los ánimos de los acólitos del
radicalismo de izquierda, admitiré con absoluto convencimiento un hecho que no
es aceptable para muchos, pero que sin duda de ningún tipo favorece la
degradación de la convivencia y las garantías de alcanzar una economía más
justa. Esta es mi conclusión: la libertad y la democracia están amenazadas por
las intrusiones de la calle que presionan a las instituciones.
Hablo de la democracia representativa con poder real. Ya que
si la calle, injustamente, pasa a convertirse en el verdadero reducto donde se
asienta la soberanía popular, la apuesta por la democracia liberal con tradición
judeocristiana llega a su fin. Y tras ese fin, nacerá el caos.
Y repitamos con vehemencia, aunque nos acusen de temerarios
y, lo más doloroso, antidemócratas; sin democracia representativa, sin las
instituciones con plena vigencia y saneadas, lo que nace tras ellas es la
imposición del horror en manos de la marabunta.
¿Limitar la participación de los ciudadanos en la acción política?
Nunca. ¿Frenar los excesos de la democracia al servicio de todos los
movimientos protestarios? Pongámonos a trabajar en ello desde ya.
Un caso grave de retorcimiento de la democracia
representativa y de entreguismo a la calle y los bárbaros, lo puede hallar hoy el
lector en el artículo que firma el italiano Luigi Ferrajoli en El País.
Aterradora conclusión la que se puede extraer de una intromisión pseudointelectual.
https://elpais.com/elpais/2019/12/28/opinion/1577552586_705550.html
Buen domingo.
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