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Si hay que acabar con Lord Farquaad, ¿qué harán los españoles?

Que Ignacio Varela acierte. “Ojalá esta vez vuelva a ser cierto aquello de que las dictaduras provocan las guerras y las democracias las ganan.”

En algún sitio leí que alguien se preguntaba lo siguiente: ¿La población europea está dispuesta a soportar la rebaja de sus niveles de bienestar para frenar a Putin? Yo respondo que de ninguna de las maneras. Los europeos son, amén de cobardes, unos gusanos que viven bien creyendo que lo bonito y lo caro baja del cielo. No es que el europeo se alimente de un insulso maná. Que va. El europeo quiero lo mejor y le importa un huevo, mejor dicho, los dos huevos, que mueran ucranianos, lituanos, polacos, estonios, rumanos, búlgaros, y la madre que los parió a todos ellos. El europeo ese europeo de los países nórdicos, los frugales y los europeos de las cuatro grandes economías del viejo continente, Alemania, Francia, Italia y España, lo que quieren es seguir con la tele encendida, la lavadora funcionando, los servicios públicos a tutiplén y que no falte el gas, el petróleo, el 8-M y la paguita sin dar palo al agua.

Si del europeo medio dependiera, Ucrania se iría a tomar por el culo; y si por el europeo medio dependiera, insisto, este le diría a Putin que cogiera los más de 600 mil kilómetros cuadrados para hacer con ellos carne picada.

Nunca se harta el que es inteligente de leer a Ignacio Varela: “Qué peligroso es el fetichismo de las palabras. Qué bien suena corear 'no a la guerra' donde realmente se quiere decir 'no a la resistencia', o pedir vías diplomáticas cuando lo que se patrocina es la capitulación. O, en el caso de Cataluña, oponer soluciones políticas a soluciones constitucionales. Qué efectista y tramposo es aceptar que la ley ceda frente a la fuerza y hacerlo con la palabra 'paz' en los labios…La historia nos ha enseñado que hay guerras justas, como hay paces indignas e insoportables. No habrá en Ucrania —ni en Europa— una vía hacia una paz digna de tal nombre hasta que Putin se convenza de que el precio de su aventura es inasumible para él. Que lo aprenda para el presente y también para el futuro. Y eso pasa, en primer lugar, por ayudar con todo —también con armas— a la resistencia ucraniana.”

¿Te enteras? Vas a tener que pelear. Cuerpo a cuerpo si es preciso. Partirte la crisma. Dejar de ver los documentales de la 2 y salir a la calle en busca del enemigo. Y ese enemigo, que lo sepas, no está en Rusia, únicamente. Lo tenemos aquí. Entre nosotros. A izquierda. A derecha. En el periodismo.

Y eres tú ese enemigo de la democracia y de Europa si has olvidado las palabras benditas de Thomas Jefferson: “El árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos”.

¡Comencemos y terminemos con Putin!

Martí Saballs pellizca recordando cómo han cambiado las cosas: “Suiza es el país con el mayor número de búnkers antinucleares del mundo seguido de Finlandia. La ciudad de Lucerna cuenta con el más amplio de todos, capaz de albergar a 20.000 personas en caso de una catástrofe. Una ley federal de 1963 obliga a que todas las viviendas tengan un refugio. El miedo a una guerra nuclear en aquella década intensificó la construcción. Hoy, cualquier ciudadano suizo está a escasa distancia de un búnker. Paradojas de una nación que fue invadida por última vez en 1798, por Francia, pero que mantiene el servicio militar obligatorio. Todos los suizos son reservistas y estarían obligados a empuñar un arma en caso de necesidad. Suiza ha decidido, paso histórico, romper con su neutralidad y apoyar las medidas económicas contra el régimen del villano ruso.”

Del reloj de cuco, del chocolate, del queso gruyer, de la banca con la jofaina siempre al lado para lavarse las manos, esa Suiza aburrida despierta y se apunta al bombardeo…económico. Y no han hecho referéndum para dar el paso.

Si hay que acabar con Lord Farquaad, ¿qué harán los españoles?

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