Primero.
Nadie podrá negar que el sanchismo como tal se alimenta del
frentismo. Y es verdad que cuanto peor mejor para Sánchez, ya convertido en un
iliberal bolivariano. Pero la democracia debe defenderse ante la supremacía de
un nuevo hacer político que es claramente corrosivo para el sistema. No estoy
haciendo referencia al PP. Ahora bien, si la oposición democrática en España se
acomoda en el centro como sinónimo de guante blanco, la herrumbre terminará por
colapsar todo el Estado. Se está viendo ya hoy cómo instituciones que creíamos
inmunes al atropello están siendo borradas del mapa.
De ahí que considere que pasar de Sánchez aunque se afronten
elecciones autonómicas es un riesgo. No debe ser el protagonista en Soria,
Burgos, León, etc. Pero el ciudadano que reside en estas provincias no es un
alienígena sin pajolera idea de quién es Sánchez y de su trabajo de
aniquilación del psoe como partido socialdemócrata. La presencia de Sánchez en
el poder tiene sus consecuencias en el día a día de las personas.
Ejemplo muy sencillo. La Palma. Erupción del volcán Cumbre
Vieja. Se prometen millones. Y más millones. Muchos viajes. Muchas fotos. Con
gafas y sin gafas de sol a lo Coronel Bill Kilgore. ¿Y hoy? ¿Y los ciudadanos
afectados? Siguen esperando. ¿Cómo no señalar al sanchismo? Lo que pasa es que
el PP es sumamente torpe en la acción fiscalizadora. En Génova (¡todavía!)
deberían plantearse quitar a la gaviota o el charrán y poner la cara de Casero
ya recuperado de la gastroenteritis. O sea, con el dedo a pleno rendimiento.
Segundo.
Bien está para los libros de historia o para echar un
vistazo en Wikipedia lo acaecido con Aznar y Rajoy. El boom de Zapatero es
histórico y Dios quiera que no vuelva a producirse. El boom victorioso del
socialismo de Atocha nos dejó zumbados hasta hoy.
Casado puede ser desde ya el nuevo inquilino de Moncloa. La
degradación democrática ha caído tan bajo que un señor con buena oratoria pero
incapaz de hacer mover el rabo de un perro como sinónimo de felicidad (ya no
digamos de una vaca) está en condiciones de quitar a un felón, tahúr, mentiroso
y radical como es Sánchez. Pero la desgracia de la democracia es que el pollo
sin cabeza (lo es) es lo menos malo que tenemos ahora para intentar buscar la
salida del hoyo y emprender el camino de la normalidad democrática.
Hay que elegir entre un pollo sin cabeza y una izquierda
cretinizada que embrutece todo lo que toca (el pueblo).
La segunda nos arrastra a la quiebra moral, la primera nos
convierte en una democracia en manos de Pirandello.
¿Y la tecnocracia? Ojalá se perdiera el miedo y los mejores
(que los hay) tuvieran las agallas pero también la invitación seria para dar el
paso.
Del parlamentarismo y de los partidos políticos a día de hoy
sólo podemos esperar lluvia radiactiva.
Tercero.
Y sobre la subida retroactiva del SMI a 1.000 euros
manifiesto sin ambages que estoy de acuerdo. Más que de acuerdo. ¿Qué la CEOE
dice no? Está en su derecho. Que se puede argumentar, y leo, lo siguiente: “La
lista de argumentos para situarse en posiciones contrarias es larga: que es
mejor tener salarios bajos que no tenerlos, que hay empresas y sectores
económicos enteros que sin la competitividad otorgada por los bajos salarios no
serían sostenibles, que incrementar el gasto en el capítulo de nóminas resta
posibilidades de inversión y competitividad futura, que un salario mínimo
demasiado alto ahogará sobre todo a las pequeñas empresas, que si se quiere de
verdad aumentar los sueldos más bajos deberían aligerarse los impuestos al
trabajo, etc. Todas estas cuestiones y las que dejamos al margen, pero que también
abundan en los riesgos de la subida, deben escucharse y ser tenidas en cuenta”,
verdad. Y lo apunta Josep Martí Blanch.
Pero mi sí a la subida del SMI está fundamentada en mi
humanismo cristiano. No concibo una sociedad sana sin salarios dignos y sin
apoyo a los empresarios.
Blanch agrega: “…la primera condición para no abaratar el
concepto de equidad social es que las personas que trabajan en los puestos peor
pagados tengan unas condiciones salariales razonables. Y razonable es, si
trabajas, llegar a fin de mes, atender a los tuyos y poder afrontar un
imprevisto económico de menor cuantía sin tener que acudir al prestamista…tras
el concepto masa salarial lo que hay son personas. Y también que un proyecto
empresarial asentado sobre la precariedad salarial y que no está en disposición
de atender una retribución suficiente para sus trabajadores simplemente no es
un negocio. Es otra cosa…Efectivamente, el trabajo hace más dignas a las
personas. Simplemente, porque las hace trascender de sí mismas y participar
activamente en el proyecto de construcción colectivo y diario que es una
sociedad. Esa dignidad, como en el anuncio de la tarjeta de crédito, no tiene
precio. Pero sí un salario. Y conviene que sea suficiente. Por el bien de
todos. Y por ello es una buena noticia que la subida del salario mínimo siga
siendo una prioridad.”
Que nos enteremos de una puñetera vez. Que la cosa no va de
Sánchez o de Casado. Va de respetarnos como personas. Todos. Trabajadores y
empresarios.
¡La cosa va de llenar la panza!
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