Cifras que aplastan el triunfalismo de Moncloa. Cifras que deberían poner a trabajar las cabezas “pensantes” del Partido Popular. Cifras, al fin y al cabo, que descubren el rostro de una España, insisto, enferma. ¿Enferma terminal? No. Son males que tienen otros países. Pero nosotros, empeñados en la crianza del cainismo, seguimos perdiendo un valioso tiempo que se nos escabulle de entre los dedos. La polarización política y la economía tercamente improductiva son el cóctel perfecto para ralentizar o penalizar del todo el intento de afrontar reformas recurrentes en discursos, charlas, conferencias, análisis, debates parlamentarios. Pero los hechos están ahí para inmortalizar la tragedia.
Veamos. El consumo de los hogares en España sigue herido. Al
concluir el año las familias españolas tenían un gasto de un 8 por ciento por
debajo del de 2019. Para ser más directos. Servidor viene hablando de la anomalía
española en el seno de la Unión Europea. Bueno, este dato es una anomalía en
toda regla.
Datos de Cotizalia: “El PIB del año 2021 fue 41.000 millones
inferior al del año 2019 (y eso a pesar de la intensa subida de los precios),
pero es que el consumo de los hogares quedó 43.000 millones por debajo. Este
dato demuestra como ningún otro que el consumo interno está siendo uno de los
culpables de esta salida de la crisis con retraso. El consumo contrasta con el
rápido crecimiento del empleo, que cerró el año 2021 en niveles de ocupación no
vistos desde la burbuja inmobiliaria. ¿Por qué el consumo se está recuperando
mucho más lento que el mercado laboral?”
Entre las respuestas que se dan para dar explicación a este
mal puede ser válida la presencia de la pandemia y las restricciones de
movilidad, pero en el trabajo de Cotizalia creo que se indica sin margen para
el error al causante principal de que las familias no consuman.
“El problema parece ser que, sencillamente, la renta de los
hogares sigue sin recuperarse. Esta es la gran anomalía de España respecto al
resto de países europeos. Según los datos de Eurostat publicados esta semana,
España es el único país de la eurozona que todavía no ha recuperado el nivel de
renta de los hogares previo a la pandemia. En concreto, la renta disponible de
las familias en el tercer trimestre de 2021, último dato disponible, seguía un
2,2% por debajo de los niveles de 2019. Por el contrario, en el conjunto de la
eurozona la renta era ya un 4,2% superior. Los países vecinos de España, cuya
estructura económica es similar, recuperaron la renta de los hogares ya durante
el pasado verano. En Portugal, por ejemplo, los hogares tenían unos ingresos un
0,3% superiores a los de 2019, en Italia, un 0,6% superiores y en Francia, casi
un 4% más. Esta recuperación más lenta de la renta de los hogares en España
explica que el consumo de los hogares aún esté lejos de los niveles previos a
la pandemia.”
Y no hay que olvidar la inflación, con más de un punto por
encima de la media europea.
Lo que sorprende es que no se produzca un estallido social.
No estoy diciendo que lo desee. En absoluto. Pero sí puede servir esta apatía
de la masa ante la gravedad de la situación como ejemplo de lo que es hoy el
triunfo de una política populista e infantiloide. Ya sea de izquierdas (el caso
de España) o de derechas.
La pobreza quedó retratada en el último informe hecho
público por Cáritas. A mi juicio con escasa repercusión mediática. ¿Acaso
Cáritas no tiene el crédito suficiente para recibir un trato informativo de
primer nivel? Vayan y lean ese informe.
Los datos de la EPA (buenos) ocultan otra realidad
estremecedora. La precariedad de los trabajos y el raquítico sueldo que muchos
empleados reciben.
Mucho ojo ante la quiebra cada vez más aguda que se produce
en la sociedad. La clase media está caminando por el filo de la navaja, o sea,
a un paso de formar parte de la pobreza generalizada, con lo que se terminaría
por resquebrajar la viga maestra de todo país desarrollado.
Pero la sociedad se muestra adormecida, indiferente, gritona
en los bares, donde se recetan las medicinas para resolver la situación, y con
más ahínco vociferando con un micrófono delante para luego verse en la tele o
escucharse en la radio. Pero de pasar a la acción (repito que no es sinónimo de
quema de contenedores, etc), nada de nada.
La acción es encontrar una opción política (verdadera
odisea) que dé respuesta a la demanda más vital de millones de españoles y
miles de familias que pasan hambre. Pero no hambre metafísica. Hablo del hambre
que hace imposible cesar el llanto del hijo con ojos que miran el vacío.
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