“No pongas tus
sucias manos sobre los Pactos de la Moncloa”, dice Adolfo Suárez. Y Sánchez,
supuestamente, moriría ipso facto. Políticamente, claro.
La frase puesta en
boca de Suárez es autoría de Paco Rosell, director de El Mundo. Genial. Su
artículo no tanto, pero es lo que tiene ser director del segundo periódico
generalista más vendido de España. Hay que leer lo que publica su director, por
cierto, más digerible que Pedro J. Ramírez.
Pero la frase tiene
hoy un poderío abrumador. Sánchez, ni Pablo Iglesias, pueden poner sus asquerosas
y manipuladoras manos sobre los Pactos de la Moncloa.
Ellos, y la caterva
de mediocres que cabalgan juntos en el interior del palacete, Iván Redondo el
primero, aspiran a la dictadura ‘caballerista’. El horror leninista en el siglo
XXI, y España otra vez como experimento macabro de una izquierda que devora a
sus hijos.
Siempre, desde la cuarentena,
temo copiar a los aliens. Escribir para lisonjear a los que creen que
estoy con ellos. ¿Son ustedes parte de mi familia? Es mi familia la que me
tiene. No estoy ligado a sigla política alguna.
No quiero ser el
indocumentado que abre el ojete del culo para que el amo lo penetre con soflamas,
memes y sermones en redes sociales, el invento más pútrido de los albores del
siglo XXI.
Aliens e
indocumentados han manoseado mi cuerpo. Con ellos he pasado horas, días, años
enteros. Soportando el hálito de la muerte intelectual que llevan a cuestas. Y
ya no más. De izquierda y de derecha, patrono y cíclope de la leprosería que es
la ciudad, el barrio, la calle. ¡No se acerquen más a mí!
Soy asintomático,
ojo.
A ver si un día de
estos, mientras seguimos contando 500, 600, 700 muertos, a lo mejor nace un
resquicio de humanismo. Yo estoy cargado de dudas, lo reconozco. ¿Qué me mueve
a criticar lo que considero es una gestión desastrosa del Gobierno ante esta
crisis sanitaria, social y económica?
En este domingo de
Resurrección, voy a intentar acabar con la negrura, y ese propósito, pensando
en Múgica, no implica vallasaje, rendición, silencio, ceguera, alistarme a la “brumete
mediática” que sólo está en la cabeza de Sánchez y su juguete preferido, la tal
Lastre, perdón, Lastra, que insulta y anhela, junto al patrón que la manda,
romper con el PP y abocarnos al enfrentamiento viral que la sangre alimenta.
A Pablo Casado, un
ruego; si un día volvemos a votar, que lo dudo, en los primeros puestos de
salida de las respectivas candidaturas del partido político que preside, que
estén los más de 16.000 muertos. Por respeto, por amor a España. Y sanitarios,
policías, militares, cajeras, camioneros. Nunca periodistas, por si acaso.
Y a los liliputienses
de la izquierda radical española, o sea, toda ella, un recordatorio, que
entiendo es eficaz para abandonar el manicomio ideológico donde pacen.
Mi admirada Maite
Rico lo recuerda: “…las brigadas médicas, la primera fuente de ingresos de
Cuba: 6.500 millones de dólares en 2019. El mecanismo es tan sencillo como
perverso, y viola los convenios internacionales del trabajo. El Estado cubano
cobra el sueldo de cada médico que envía fuera y se queda con el 75%.”
Si el coronavirus
nació en China, a mí no se me ocurrirá culpar el pueblo de esa nación de los
futuros millones de muertos por todo el mundo. Ya se encarga el gobierno de la
gran dictadura de maquillar la historia con aviones cargados de material que
salvan vidas, “secuestran” vidas. ¿Cuántas colonias tiene el PCch? A mí me
salen dos y una que está entre interrogaciones: Hispanoamérica, África, ¿tal
vez Europa?
Los altavoces de la
izquierda española están encantados. El comunismo se carga el axioma de
Fukuyama. (Si no sabes quién es, si ni siquiera has oído hablar de algo
parecido al fin de la historia, pues lee algo muy cabrón; apártate de la sombra
alargada del gacetillero local).
Sólo pido que los aliens e indocumentados no vuelvan a rozarme. No tener que volver a hablar
con bichos así.
Dicen que Zapatero
lee a Borges más que yo.
¡Mentira! Borges aún
no ha nacido, ZP.
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