Estoy un poquito hasta los cojones de que los cobardes de la
pluma, aunque declaren su patriotismo, insistan en que lo más perjudicial para
España es expresar a sangre fría lo que Sánchez y sus coleguillas están
perpetrando.
Ellos, los cobardes que bordan el papel de alfombra, siempre optan
por el silencio, y si el mutismo es demasiado cantoso, en el riesgo máximo se
atreven a discrepar pero con palabras que hermosean el aire.
Para los cobardes que son patriotas (qué desgracia) el
enemigo merece respeto. Y al merecer respeto, el lenguaje no puede propiciar el
encontronazo, y mucho menos caer en el insulto. “Eso es cosa de otros tiempos”.
Y yo, poco versado en el empleo de palabras sutiles y
sublimes, un verdadero mostrenco que, al leer a Proust se pregunta cómo coño el
gabacho perdió tanto tiempo con la magdalena y las texturas del tejido del
traje maravilloso de la bella señora de nombre me importa una puta mierda,
repito que yo, naturalista del lenguaje y con machete y mortero cuando los
tiempos se tornan cabrones, tiendo a valorar mucho más el odio y el ir de
frente que tienen mis enemigos declarados, y menosprecio con salvaje virulencia
a los cobardes de la banderita española en la camisa, en la pulsera, en los
zapatos, en el coche y, también, por supuesto, el menosprecio va para los que
se tatúan la enseña nacional en la punta de la polla.
Estos días llevo leyendo a sesudos cronistas del segundo
catastrófico que vive España. En muchos encuentro lo que en mí jamás hallaré.
Hay sabiduría y templanza en ellos. Pero estas dos virtudes no hacen peligrar
la agresividad en dirigirse al psoe, Unidas Podemos, ERC, Bildu, PNV, Teruel
Existe. Las plumas más inteligentes de la patria no se muerden la lengua ni
sienten el encogimiento de los huevos ante el poderío de las huestes social
comunistas e independentistas. Todo lo contrario.
Pero hay otros y otras que juntan letras, lo ganan muy bien y, sin
embargo, los muy hijos de puta piden perdón al enemigo ante la crudeza y mal
rollo que creamos gente como yo. O sea, los tipos que al referirnos a un gañán
como Sánchez lo llamamos así, gañán. O los mismos tipejos que no callamos cuando
nos piden que opinemos sin cortafuegos sobre Otegi, Rufián, Junqueras, Lastra,
Montero, Rahola, Marlaska, y la tal Montserrat Bassa, por ejemplo. Nosotros,
vamos, yo, servidor, digo lo que pienso y uso la RAE como herramienta de
trabajo utilísima. Así, de todos ellos digo que son despreciables.
En el habla canaria, el comemierda es la definición más
certeza que se me viene a la cabeza.
Ayer un enemigo me llamó hijoputa. Para mí es mucho más
contundente, preciso y esclarecedor de quien firma este texto. Le dije que
íbamos por el buen camino.
Lo de hijo de puta, o hijo de la grandísima puta, en fin, para
mi gusto, son expresiones que están bien para patio de colegio, para un
ministerio, para la redacción de un periódico, qué se yo, ¿para El Cascabel de
13tv?
Comentarios
Publicar un comentario